Los circuitos con rendimiento deficiente subrayan la importancia de la equidad

Los reguladores y las empresas de electricidad usan métricas de confiabilidad para monitorear los estándares de calidad del servicio y establecer objetivos de mejora. Las métricas que más se utilizan, como el índice de duración promedio de interrupción del sistema (System Average Interruption Duration Index, SAIDI) y el índice de frecuencia de interrupción promedio del sistema (System Average Interruption Frequency Index, SAIFI), se centran en el rendimiento promedio.

Aunque son útiles, estas métricas no dicen nada sobre la experiencia de los clientes que utilizan los circuitos con un rendimiento deficiente.

En muchos casos, aunque no exclusivamente, los circuitos con rendimiento deficiente se encuentran en comunidades desfavorecidas, en las cuales los bajos niveles de confiabilidad pueden tener un impacto mucho más negativo. Para asegurar la equidad, debe abordarse el rendimiento de estos circuitos para garantizar que todos los clientes puedan beneficiarse de la transición energética.

Lograr una “transición equitativa”

La transición energética es uno de los desafíos más complejos a los que se ha enfrentado el sector. La descarbonización consiste en sustituir los combustibles fósiles por fuentes de energía bajas en niveles de carbono. Implica, también, la electrificación de la calefacción y el transporte. En consecuencia, los clientes dependerán más que nunca de las redes eléctricas.

A su vez, el incremento de amenazas climáticas plantea desafíos para todos, pero tiene un impacto mayor para los clientes de los circuitos de distribución con rendimiento deficiente. Estos clientes corren el riesgo de quedarse desfavorecidos. Si los niveles de confiabilidad son bajos, no podrán aprovechar plenamente las oportunidades que presenta la transición energética, incluidas las ventajas económicas de poseer vehículos eléctricos o instalar paneles solares. La confiabilidad también afecta a la vida diaria, ya que cada vez más personas trabajan desde casa, estudian de forma remota o dependen en mayor medida de la tecnología para su bienestar económico, físico y social.

Es momento de centrarse más en la equidad

Como respuesta a estos desafíos, los gobiernos, reguladores y empresas de electricidad alrededor del mundo están tomando medidas para fortalecer nuestras redes. Ningún lugar ofrece mejores oportunidades que EE. UU.

La financiación disponible en el marco de la Ley de Empleo e Inversión en Infraestructura y la Ley de Reducción de la Inflación ofrece una oportunidad sin precedentes en todo el país. Esto permitirá invertir en infraestructuras para abordar los desafíos de confiabilidad y resiliencia que enfrentan las redes de distribución. El reciente anuncio en el marco del programa de Alianzas para la Resiliencia e Innovación de Redes (Grid Resilience and Innovation Partnership, GRIP) de $3500 millones para 58 proyectos en 44 estados representa la mayor inversión jamás realizada en la red estadounidense.

El GRIP y todos los demás mecanismos de financiación estadounidenses recientes se centran, fundamentalmente, en la equidad. Así se establece en la Iniciativa Justicie40, que exige que el 40 por ciento de los beneficios globales de las inversiones federales se destinen a las comunidades desfavorecidas.

Las empresas de electricidad que deseen obtener financiación deben explicar de qué manera sus planes apoyarán estos objetivos de equidad. Entre ellos se incluyen medidas que sitúen a las comunidades desfavorecidas en una mejor posición para resistir los efectos de las condiciones meteorológicas extremas y aprovechar los recursos renovables con el fin de satisfacer mejor las necesidades de confiabilidad y resiliencia de dichas comunidades.

La equidad solo puede lograrse si se mejora la confiabilidad y la resiliencia en toda la red. Esto significa que toda inversión debe priorizar la experiencia de los clientes de los circuitos con rendimiento deficiente.